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Historia de la Reforma II

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Considerada por muchos la mejor obra sobre la reforma escrita en Europa. A 500 años del inicio de la Reforma protestante este texto nos parece imprescindible para todo aquel que quiera saber más sobre los orígenes del protestantismo.

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Historia de la Reforma. Tomo II
Jean Henri Merle d'Aubigné

Se publica esta gran obra, considerada por muchos la mejor obra sobre la reforma escrita en Europa. A 500 años del inicio de la Reforma protestante este texto nos parece imprescindible para todo aquel que quiera saber más sobre los orígenes del protestantismo.

Sobre el autor:

Jean Henri Merle d'Aubigné, protestante suizo, nació, en una familia francesa durante los disturbios religiosos, en Eaux Vives, ahora parte de Ginebra, el 16 de agosto de 1794 y murió en Ginebra el 21 de octubre de 1872. Vida.

Su padre, aunque ciudadano de Ginebra, era comerciante en Marsella, abrigando la idea de que su hijo siguiera su profesión. Sin embargo, una fuerte inclinación le guió hacia el ministerio cristiano. Estudió en la universidad de Ginebra, donde el movimiento conocido como Le Réveil (el avivamiento) había comenzado y en 1816, cuando los pastores de la ciudad fueron acusados de negar la divinidad de Cristo, él estimuló a sus colegas estudiantes a expresar públicamente su confianza en sus superiores espirituales. Pero al principio del año siguiente quedó bajo la influencia de Robert Haldane, el alma del avivamiento. No sin vacilación suscribió el documento emitido por la venerable compañía de pastores el 3 de mayo de 1817, prohibiendo a los predicadores hablar en el púlpito sobre doctrinas en disputa; pero el documento fue interpretado liberalmente y Merle d'Aubigné fue ordenado el 3 de julio de 1817.

Casi inmediatamente partió para Alemania, donde se ocupó en estudios literarios, traduciendo a Ariosto y Schiller, con el propósito de dedicar su vida a la literatura. Pero la celebración del trescientos aniversario de la Reforma en Eisenach en octubre dio a su ambición una nueva dirección, estimulándole a escribir una historia exhaustiva de la Reforma. Fue a Berlín, donde escuchó a Schleiermacher y Neander, haciéndose amigo de este último y siendo una influencia permanente en él. Designado pastor de la congregación reformada en Hamburgo en 1818 y predicador de la corte en Bruselas en 1824, ejerció gran influencia en ambos lugares. La revolución de 1830 le obligó a salir de Bélgica, siéndole ofrecido el cargo de profesor en Montauban y en una iglesia en París, pero decidió regresar a su ciudad natal a pesar de que le suponía un sacrificio monetario. En su ausencia se había constituido la Sociedad Evangélica de Ginebra, en la que trabajó durante el resto de su vida como profesor en la escuela teológica que fundó, dando clases especialmente sobre historia de la Iglesia y doctrina, pero también sobre símbolos, homilética, catequesis, eclesiología y deberes pastorales.

En 1832 fundó el semanario Gazette évangélique y junto a Gaussen y Galland, predicó para la congregación de la Sociedad en la capilla del Oratorio. La iglesia de Ginebra miraba con sospecha a la nueva sociedad y la compañía de pastores prohibió el púlpito a Merle d'Aubigné y a sus asociados. Aunque dicha compañía anhelaba la unidad cristiana, él creyó que no debía permitir que ninguna autoridad externa interfiriera con su oficio de predicador del evangelio. De manera que, de mala gana y bajo compulsión, en 1835 consintió que la Cena se administrara en el Oratorio, haciendo de esa manera independiente la congregación de la Iglesia estatal.

El paso final fue dado en 1849 cuando el Oratorio se unió a la antigua iglesia separada de Bourg-de-Four, formándose la Église Évangélique. Dos años más tarde, cuando se estaban considerando los cambios en la constitución de la iglesia nacional, publicó La liberté des cultes (Ginebra, 1851) y otros tratados, demandando más poder para los laicos y que las congregaciones tuvieran una voz en la elección de pastores, teniendo éxito su alegación. Su lucha para que la constitución no emanara de un cuerpo político que tenía católicos entre sus miembros, sino de un sínodo que representara a los ciudadanos protestantes no fue tenida en cuenta. Su idea de las relaciones entre el Estado y la Iglesia no excluía que ésta pudiera tener poder en ciertos asuntos externos y seculares. La Iglesia no debería recibir ayuda material del Estado. Sobre la forma del gobierno de la Iglesia concibió la presbiteriana como la más acorde con la Escritura, pero rechazó condenar a los episcopales y congregacionales.

499 pp. Rústica
Ref. 1548 - 17,50 €